India: La ruta de los maharajás.

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Ricos, muy ricos, extremadamente ricos.

Diamantes, zafiros, rubíes, esmeraldas y piedras preciosas engarzadas en inigualables y excéntricas joyas, eran  los objetos de compañía de los maharajás y maharaníes de La India,  que lucían  sobre tocados de terciopelo y  ricas telas bordadas, brocados, sedas y encajes.

Moradores de auténticos palacios de formas exquisitas, y objetos decorativos traídos desde cualquier lugar del mundo, ( cristales de bohemia, maderas de Birmania, alfombras persas o  mármol de Makrara,) su vida transcurría entre dependencias donde pasar las horas de asueto, disfrutando de una vida de lujo y caprichos, organizando safaris, y multitudinarias fiestas en las que  hasta los elefantes iban engalanados con imponentes brillantes y esmeraldas, para mostrar al mundo su riqueza.


Fueron reyes cuyo mandato duró años e incluso siglos, y que estuvo vigente hasta hace casi 50 años.  Pero su poder, que no su riqueza,  se vio mermado por la llegada del imperio británico que quiso hacer de esta tierra “ su joya de la corona”, con la llegada de la Compañía de  las Indias orientales en 1608.

En los años sucesivos, la colonización inglesa fue progresiva pero contundente, hasta el punto que el gobierno del país fue compartido, teniendo la corona inglesa las relaciones internacionales y la defensa militar y el los maharajás o rajás, el control interno del país, conservando todos sus privilegios, lo que les daría carta blanca para invertir todo su tiempo y dinero en gozar de los mayores lujos y caprichos y dejar en un segundo plano los asuntos políticos.

Caprichos y amores que recorrían los jardines de palacio, entre sabanas de seda y satén. Historias de amor que dejaron sin aliento al mundo, como la de Anita Delgado, la princesa de Kapurthala, cuyo sobre nombre lo dice todo.

Esta mujer , malagueña de nacimiento, se convirtió en la mahajaraní ( gran reina ) de Kapurthala,  al contraer matrimonio con Jagatjit Singh, maharajá de Kapurthala, el cual se quedó prendado de su joven belleza al verla bailar en el entonces café Kurssal de Madrid allá por el año 1906, donde actuaba cada noche. Su insistencia y la ayuda de Romero de Torres y Valle Inclán propiciaron su historia de amor.

Vivió varios años en la India disfrutando de los placeres de la vida palaciega, y su boda fue reconocida con uno de los factos más importantes  del país por su suntuosidad y opulencia, hasta el punto que la misma Anita, pidió a su marido la esmeralda en forma de media luna que llevaba uno de los elefantes en su frente.



Si queréis saber, os gustará  leer el libro La pasión India de Javier Moro.

Pero  todo esto empezó muchos años atrás con la llegada de Babur, primer emperador mogol, que conquisto el norte de India.

Le siguieron otros, siendo algunos de los más relevantes Akbar y Shah Jahan , el Rey del mundo.

Akbar, fue un emperador unificador, abolió el sistema de castas y  dio a los hindúes los mismos derechos que a los ciudadanos musulmanes. En su afán de crear un sociedad en la que vivir en armonía,  propició el nacimiento de uno de los estilos arquitectónicos más importantes en India, el arte Indo Musulmán, que aunaba  elementos arquitectónicos de ambas culturas.

Del arte musulmán, usó las terminaciones en cúpulas y minaretes, los parterres, el agua y los jardines, mientras que del arte hindú introdujo las celosías, la delicadeza en las decoraciones utilizando la naturaleza para dar vida a sus construcciones en arenisca roja y mármol.

Shah Jhan, el rey del mundo,  hijo de un emperador mogol y una princesa rajput, pasó a la historia por ser el emperador que mandó construir el mayor monumento del mundo creado por amor: El Taj Mahal.

Ríos de tinta  han corrido y seguirán haciéndolo a cerca de este increíble, único y excepcional mausoleo indo-musulmán construido  por el emperador a su amada Muntaz Mahal, “ La elegida de palacio”.

Dichoso se sentía el emperador, cuando después de ser desposado dos veces, los visten de brocados y pedrerías para desposarse  una tercera vez con su preferida, Muntaz Mahal, que le acompañara en sus batallas y  cacerías durante toda su vida. Tal es su confianza en ella, que sigue sus consejos en su carrera al trono, hasta que en el parto de su decimocuarto hijo, la vida de Muntaz  se escapa de sus manos.

El le promete su reino, el universo y su vida.  Él mismo decía que no hay nombre, ni verbo ni adjetivo para definir tanto dolor.

No escatima en medios, y trae albañiles de Bujara y Samarkanda, jardineros de Cachemira, calígrafos de Persia, diamantes y cristal de China, jade de Turkmenistan, lapislázuli de Ceylán, turquesas del Tíbet, ágatas de Yemen, coral de Arabia.

Tiros de búfalos y elefantes, traen arenisca  roja y mármol de Makrara, y veinte mil obreros trabajan durante veinte años para construir el Taj Mahal. Todo es poco para expresar su amor  a Muntaz.




Cuatro canales de agua, como los cuatro ríos del paraíso, dividen el espacio y hasta desvía el rio Yamuna, para que refleje sobre sus agua, la imagen de tan impresionante belleza. Ningún detalle escapa a su mente, y  crea la joya en la que reposarían los restos de su amada. Merece la pena recorrer el mundo entero, para disfrutar un sólo instante de su belleza al amanecer. Sereno y majestuoso, es difícil imaginar para el resto de los mortales, cuánto amor encierran sus muros.


Así, que este es por supuesto el primero  de los monumentos de “ obligada visita en La Ruta de los Maharajás “.

Seguimos en Agra, ciudad caótica, donde coches y vacas conviven como en la mayor parte de la India en perfecta armonía, pero que ofrece al mundo otros se los majestuosos monumentos del arte indo-musulmán:

El Fuerte Rojo, construido también por el emperador Sha Jahan, es una solida fortaleza  de arenisca roja rodeada de una gran muralla de dos kilómetros y medio de perímetro, construida no solo con fines defensivos, sino también como lugar de vida civil y privada, con dependencias palaciegas y administrativas.

Pero no solo  su gran valor cultural y arquitectónico, lo han hecho famoso. Motivos mucho más terrenales han hecho que no pase inadvertido ante los ojos de la humanidad, ya que aquí paso encerrado sus últimos días el emperador Sha Jahan, recluido por su hijo Aurangazeb,  teniendo por castigo  día tras día, la vista del Taj Mahal, dónde reposaban los restos de su amada esposa Este es nuestro segundo monumento a visitar  en “ La ruta de los maharajás”.

Dejamos Agra y no podemos pasar de largo ante una de las mayores obras arquitectónicas del arte indo-musulmán: La ciudad de Fatehpur Sikri, o ciudad de la Victoria. Mandada a construir  por el emperador Akbar,  como agradecimiento al santón que le predijo el nacimiento de su primer hijo varón y  por las victorias en las batallas de Ahmadabad y Gujarat, su emplazamiento  se eligió, precisamente  en el lugar donde vivía el santón. Hoy es patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco, y visita “ obligada “, en  nuestro viaje por la “ Ruta de los maharajás “.

Continuamos nuestro recorrido hacia Jaipur, la ciudad rosa, construida en estuco rosa para imitar la arenisca y que en 1905 se volvió a  pintar de rosa, para dar la bienvenida al príncipe de Gales en su visita a la ciudad, siendo hoy un símbolo de hospitalidad hindú. Esta ciudad es uno de los platos fuertes en “ la ruta de los maharajás, no solo debido a sus construcciones palaciegas, fuertes, observatorios y hoteles, si no también, por que en ella sigue viviendo hoy el maharajá de Jaipur.

Sin poder político alguno, pero sí social, el maharajá vive  hoy en las dependencias  privadas de la ciudad palacio, participando de los actos sociales más relevantes en la vida  de Jaipur. Para mantener su patrimonio muchos son los maharajás que alquilan dependencias de sus palacios para bodas y eventos, convierten parte de ellos en hoteles, y  consiguen así  mantener su  nivel de vida  en nuestros días.

Otros hoteles, de nueva construcción combinan elementos mogoles y rajpurts, con elementos decorativos provenientes de cualquier lugar del mundo, frescos en el techo, camas con dosel y un servicio impecable, para que el cliente pueda sentir la experiencia de vivir como un autentico maharajá. 

No podemos dejar Jaipur sin visitar el Fuerte Amber, conjunto palaciego fortificado construido en arenisca roja y mármol, en el que los turistas pueden acceder a él a lomos de elefantes, emulando la grandiosidad de  los emperadores de la India al entrar por la puerta del Sol. 


Dejamos atrás Jaipur, y nos sumergimos en Udaipur, la perla encantada de Rajathan. El hoy  hotel Taj Lake Palace, fue palacio de verano de los maharajás, que huían del tórrido calor del interior de Rajasthan. Construido dentro del lago Pichola, su inigualable belleza y serenidad lo han convertido como uno de los hoteles más románticos del mundo. El acceso por lancha, está restringido, y solo los clientes alojados pueden acceder a él y disfrutar de sus instalaciones y de sus vistas al City Palace Complex. Así, que no podemos terminar la ruta de los maharajás sin visitar Udaipur, una importante ciudad de Rajasthán, plagada de tesoros. 

Y aquí termina nuestra ruta de los Maharajás, no por falta de contenido, si no por falta de papel, por que India, como algunos dicen, es eterna.

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Obdulia Bonillo.